Hay un pensamiento en muchos colegas odontopediatras de que nuestra labor se está haciendo cada día más difícil por el hecho de los niños de hoy no tienen límites en sus hogares, no respetan a sus mayores y están acostumbrados a hacer todo lo que les agrada y de rechazar con todas sus fuerzas aquello que no. Por suerte no son la mayoría, pero es una realidad en varios de nuestros pacientes. Ahora, pongámonos a pensar el por qué de este fenómeno. Anteriormente la familia tipo era constituída por el padre que salía a trabajar y la madre que quedaba en la casa al cuidado de los niños, dando muchas enseñanzas que sólo la familia puede dar. Lastimosamente, en nuestros tiempos de consumismo extremo, muchas familias han invertido los valores poniendo lo material en primer lugar, trabajando fuera de la casa ambos padres a tiempo completo para poder llegar a tener medios suficientes para comprar todo aquello que los medios de comunicación nos hacen creer que necesitamos, descuidando en menor o mayor medida la educación familiar de los niños. Los cuales quedan a cargo de terceras personas, que normalmente no tienen autoridad sobre ellos. Para empeorar aún más la situación, los padres ausentes la mayor parte del tiempo, una vez que están con sus hijos compensan ese tiempo perdido siendo sumamente permisivos con ellos, lo cual hace que ellos crezcan en una burbuja, creyendo que el mundo es un lugar donde todo se hace de la manera que ellos quieren.
De ahí que varios de ellos se tornan desafiantes ante la autoridad, personas que pueden ser maestros, médicos, u odontopediatras, siendo los niños reacios a colaborar durante el tratamiento. Felizmente, hay otros que reaccionan de otra manera, ya que los niños muchas veces claman por alguien que les marque las pautas, los discipline y muchas veces nos toca ese papel en el consultorio, generando un cariño por parte de ellos que nunca más se rompe. La disciplina asociada con el amor hacia los niños que normalmente el odontopediatra da, tiene esa recompensa que solamente aquel que la recibió sabe de su valor.
Quería compartir estos pensamientos con ustedes y hacerles ver que no están solos en esta labor diaria, donde hay días difíciles, pero que basta una sonrisa y el abrazo sincero de un niño para que sigamos pensando que nuestro trabajo tiene una remuneración que va mucho más allá de lo económico. Saludos para todos y los espero en la siguiente entrega.
Dr. Alfredo Carrillo Canela
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